martes, 5 de enero de 2016

ROSA CANINA

Tengo un interés natural en saber cómo funcionan las cosas y la ciencia, ese ejercicio intelectual humilde y apasionante, nos proporciona las mejores respuestas frente a la incertidumbre. ¿Acaso no es apasionante conocer cómo se relacionan los seres vivos, por ejemplo los insectos y las plantas? El pasado domingo salí a correr por el camino de las Rozas. Antes de llegar a Báscones, al borde de una senda se apostaba un rosal silvestre -de la especie Rosa canina- desnudo de hojas y salpicado de escaramujos, que lucían como adornos navideños. Me paré y observé en un tallo una formación apelotonada y peluda, de color caoba. ¡Ya te tengo! –me dije. La arranqué y la llevé a casa para diseccionarla. Sin duda era una agalla, un fitoma o cecidio. Se trata de una neoformación inducida por un insecto, la avispa Diplolepis rosae, Hymenóptero de la familia Cynipidae. En inglés se conoce como nuez de bilis (gallnuts), por el sabor amargo de los taninos que segrega el rosal silvestre para precipitar las proteínas del invasor. Las agallas se utilizaban como colorantes. Las ninfas de estas avispas de tórax negro y abdomen rojizo viven dentro de la agalla, y se conocen fósiles de 300 M.a. de esta agalla. Una relación que interesa para conocer cómo interaccionan y responden los seres vivos.

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