martes, 20 de abril de 2010

GALLARONES


Si prestan atención les contaré lo creativa que es la vida. Tanto, que cambia constantemente el mundo. Las plantas aprendieron a comer del sol; mas tarde, los animales aprendimos a comernos a las plantas. Y aquí seguimos, con esa creatividad de la vida, con otra carta de ciencia de este diletante - carta a uno mismo, que diría Don Ramón Gómez de la Serna-. En esta ocasión hablando de Gallarones, de esta curiosa ínteracción ecológica y evolutiva entre animales y plantas. La fotografía es una cortesía de mi sobrino Israel Yáñez Ortega, un aficionado observador de la naturaleza que cada fin de semana ameniza su blog escrutando los mas bellos y recónditos parajes de Quintanilla del Agua.
Cuando éramos niños pensábamos que una gállara, o un gallarón, era el fruto del roble. Nos cautivaba su forma, y los recogíamos para jugar, o para fabricar pipas vaciando su polvoriento contenido, que también se ha utilizado para curtir pieles y como colorante.
Pero...¿Qué es un Gallarón?
Es una cecidia o agalla vegetal; una hipertrofia de una planta inducida por virus, bacterias, hongos (fitocecidias), o por gusanos, ácaros o insectos (zoocecidias). La más famosa de las cecidias es el gallarón del roble, ocasionado por un insecto, el Andricus quercustozae, del Orden Hymenóptero, Familia Cynipidae. Y como este insecto hay unas 13.000 especies de insectos gallícolas, que no únicamente buscan alimento y protección en las yemas de las plantas, sino que inducen una reacción en ellas. El insecto pone la larva en la yema del árbol entre febrero y abril, y el gallarón completará su desarrollo entre julio y agosto.

lunes, 19 de abril de 2010

A UN OLMO SECO



Es una suerte morir de viejo, pero las plantas también sufren y mueren de estrés, como la sequía -un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina, el tronco carcomido y polvoriento... que diría Machado-, o de accidentes, sean éstos intencionales o involuntarios, o bien de enfermedades crónicas como la malnutrición, y también, ¡cómo no!, de enfermedades infecciosas, como la grafiosis del olmo. Y digo ésto, en parte, por cuanto de nostalgia pueda tener esta carta de ciencia. Sí, por ese apego a las gentes y paisajes de Quintanilla del Agua. Uno de esos lugares emblemáticos era la olmeda de San Pedro (ver foto). Un paseo de sombras que nos llevaba hasta la fuente del mismo nombre, junto a la casa del Tío lucas. Hasta los años ochenta frecuentamos aquel lugar para vestir los casinos de fiestas con las ramas de olmo, que adornaban con aquellas hojas ovaladas, nervadas y de borde aserrado. Y he dicho bien, hasta los años ochenta, pues fue precisamente entonces cuando la llama del olmo quedó, como se dice, fría -pues arde mal y da mucha ceniza-.Una grave enfermedad, como una maldición, atacó a los olmos ibéricos. El agente responsable, un hongo, Ceratocystis ulmi, del reino fungi y de la división Ascomycota. Los hongos pueden presentarse como Mohos -hifas con crecimiento longitudinal- o como levaduras -redondas u ovaladas que se reproducen por gemación-. Normalmente los hongos se reproducen por esporas de forma sexual -mediante transición diploide, con meiosis-, pero también se pueden reproducir por esporas de forma asexual -por mitosis-; se dice entonces que son hongos de forma imperfecta.

¿Que cómo llega el hongo hasta los olmos?
Por un insecto , el coleóptero Scolytus scolytus, que lleva en sus alas las esporas. Este insecto barrenador infectará el tronco y las hojas. En un desgraciado mutualismo, el hongo se transporta en el insecto y éste se beneficia, a su vez, de una colonización más fácil.

Y decía maldición de esta enfermedad de los olmos porque fué el epidemiólogo Geoffrey Dean , recientemente fallecido en Dublín, quien sospechó -trabajando en Sudáfrica en los años cincuenta- que otro hongo, el hongo Histoplasma capsulatum, estaba detrás del mal de las cuevas y de la maldición de Tutankamon. El hongo crece como moho en excrementos de murciélagos y sus esporas pueden inhalarse. Al tener estado dimórfico puede crecer como levadura en los tejidos corporales. Otros hongos, como el género Aspergillus, se multiplica en restos vegetales y, por inhalación de esporas del medio ambiente, puede ocasionar hasta el 75% de mortalidad en pacientes inmunocomprometidos.

lunes, 12 de abril de 2010

NATURALEZA DEL ARTE: la cuarta dimensión.


No es casualidad que las reseñas sobre ciencia y tecnología ocupen las últimas páginas de los suplementos culturales; lo cierto es que el papel de la ciencia no trasciende socialmente. También es un hecho que las personas que se dicen cultivadas no muestran el menor interés por la ciencia, al tiempo que resulta paradójico que a los científicos no se les exija ser cultos. ¡Como si la ciencia no fuese cultura!
El conocimiento científico es universal, válido en todas las culturas, y no tiene connotaciones morales, pues hay quien achaca a la ciencia los males del mundo. La ciencia no deshumaniza; al contrario, tiene esa capacidad de la técnica de aplicar el conocimiento a la vida cotidiana de las gentes. Pasteur nos decía que la técnica es a la ciencia como el fruto al árbol.
Frente a este lenguaje de la ciencia, la carta de hoy nos habla del lenguaje del arte. ¡Eso sí, en primera página! La del diario ABC del 24 de junio de 1927. En ella se cuenta que Picasso -el inventor del cubismo- afirmaba, categórico, que en arte no hay evolución. Nos decía: "yo marcho, no evoluciono. En arte sólo hay presente. Los griegos y egipcios están hoy vivos". Para los artistas, cultivadores de lo bello -afirmaba- no existía lo natural ni lo real.
De alguna forma naturaleza y arte son opuestos. El arte es solo una ilusión de la verdad. Un imaginar la realidad, según Unamuno. Por eso Picasso decía que lo útil es lo que se encuentra, no lo que se busca.
Por el contrario, en ciencia, sabemos que lo importante es la pregunta de investigación ya que, quien no sabe donde va, casi nunca llega donde quería ir.
Pero, por otra parte, desde otra perspectiva, es preciso superar esta dicotomía entre las dos culturas de Snow, ciencias versus humanidades. Para ello, J Brockman nos habló de la tercera cultura, aquella en la que los científicos hablan directamente con el público. Y aún digo más, hoy ya se habla de la cuarta cultura. Una nueva dimensión en la que la sabiduría del arte se erigiría en la chispa o semilla del progreso científico. ¿Por qué digo esto?
Porque viene a cuento recordar las palabras de Niels Bohr , uno de los más importantes físicos de la historia -premio Nobel de física en 1922-, quien reconoció que para hablar de átomos era preciso recurrir al lenguaje poético. (También cultivó otra faceta: los hermanos Bohr jugaron con la selección danesa de futbol en 1908).
El mundo invisible de los electrones, que giraban -según dijo Bohr, mejorando el modelo atómico planetario de Rutherford- alrededor del núcleo en niveles, a la vez como partículas y como ondas, con frecuencias características de cada partícula... ese mundo, era un mundo cubista. Para Bohr el cubismo de Picasso triunfó porque rompía la seguridad del objeto, de la materia, de lo real. Así el arte se convertía en reveladora de fisuras. El electrón aparecería como aquella obra sobre las guitarras deconstruidas.
También otro físico, Feynman dijo que: "estiramos nuestra imaginación sobre cosas que no están para comprender cosas que están ahí."
Vamos, que la llamada cuarta cultura viene a decir que las metáforas, las analogías del arte, son una forma de conocimiento del universo.