lunes, 26 de octubre de 2015

ÁRBOL DE LA VIDA. HERBARIO

Este otoño estoy disfrutando de un libro, “Orígenes”, que se ha presentado recientemente en Burgos. Aunque debería ser más propio de la primavera, pues tres científicos de la talla de Alberto Fernandez (Físico), Carlos Briones (Bioquímico) y José María Bermúdez (Antropólogo) nos deleitan con un ensayo que narra la historia del universo, la vida y los humanos. Compartimento, metabolismo y replicación serían ideas básicas para definir la vida, nos dice Carlos Briones viajando al pasado, como lo hiciera Charles Darwin con su estrategia “bottom up”, de abajo hacia arriba, comparando los genomas de seres actuales desde aquel último ancestro común universal (UCLA) del que provienen todos los seres vivos, incluidos plantas y animales. Pero el otoño es tiempo propicio en Burgos para contemplar las plantas, los frutos, las hojas… en fin, la deliciosa explosión de colores verdes, glaucos (verdemarinos), amarillos, ocres, marrones y hasta rojos. Así que he decidido, siguiendo mi propio consejo, hacer un herbario, coleccionar plantas o patrimonio vegetal de la zona del Arlanza. Hojas de árboles y arbustos de la zona: como el endrino o majuelo, símbolo de la esperanza y del que dicen era el palo de San José; el abedul, árbol elegante que marcaba el inicio del año para los celtas; o el acebo, también para fabricar bastones; la encina, testigo del paso del tiempo que nos proporciona leña, bellotas y trufas; y el olmo, herido de grafiosis... Junto con el nombre común, el científico. Y tengo espacio para las flores y la poesía, como cuando Campoamor escribió “La col y la Rosa”: Una col en un cercado / probaba a una rosa bella / que era tan buena como ella / y aún de una tierra mejor / Mas aunque de cuna iguales / dijo un pepino: ¡Mastuerza! / ¿Dejarás tú de ser berza/ mientras que ella es una flor?