jueves, 7 de mayo de 2015

EPIDEMIOLOGÍA DE PLATA

Si prestan atención se darán cuenta que el ejercicio de la medicina es una ciencia en la que te dan las gracias por trabajar. Sin embargo yo, siguiendo mi propio consejo, decidí dedicarme a la epidemiología en una provincia y disfruto cada día con este trabajo sin pensar en los problemas que afrontaré pues cuando estudias y acumulas experiencia en salud pública menos improvisas y mejores resultados consigues. Ahora puedo hacer asistencia, investigación y docencia y pienso que acerté con mi elección: disfrutar con el conocimiento y trabajar para esta comunidad (aunque, a diferencia de la práctica clínica, los epidemiólogos no esperamos las gracias ni el reconocimiento de nuestros empleadores). Este 20 de mayo iniciaré los 25 años que comencé a trabajar en la sección de epidemiología de Burgos y un total de 14 profesionales han trabajado conmigo en este tiempo en el campo de la vigilancia de problemas de salud y en las alertas, en la evaluación de programas, en las vacunas y viajeros internacionales etc... Se trata de estar siempre vigilante y atento a lo que pasa en la comunidad -como aquellos grifos de los bestiarios medievales, como aquel león de San Pedro de Arlanza que dormía con los ojos abiertos-. Con un trabajo sobrio en la sección hemos tratado de aportar imaginación y creatividad al ejercicio de esta disciplina para estar a la altura de las exigencias de estos tiempos en ese cultivo de lo problemático y difícil en el estudio de la salud en la comunidad. Hemos tratado de esculpir y caracterizar los factores de riesgo en nuestra tierra, de domesticar y modelar las epidemias (a veces hemos estado en guerra con los microbios, como me caracterizó mi colega Juan Francisco Saenz -Paco- en la caricatura) y nos hemos enfrentado en este tiempo a muchos retos: meningitis, tularemia, VIH, pandemia de gripe H1N1, brote de fiebre Q en una base militar, brote de histeria colectiva en un colegio -que tuvimos la suerte de investigar con John Rullán, quien fuera secretario de salud en Puerto Rico y que se encontraba en aquel tiempo en Madrid como consultor en un programa de epidemiología de campo-, brote de salmonella en una residencia de ancianos... y el estudio y el control de otros problemas gracias al desarrollo de un campo tan emergente como el de la vacunología. Creo que la generación de especialistas en Medicina Preventiva y Salud Pública que nos formamos en la epidemiología cuantitativa a partir de mediados de los años ochenta desarrollamos una labor tan necesaria como imprescindible, poco reconocida y apasionante en el ejercicio de la salud pública de las Comunidades Autónomas. Gracias a todos mis colegas y técnicos del Servicio de Epidemiología de Castilla y León por permitirme disfrutar y hacer mejor cada día mi trabajo: hacer prosa poética, es decir resolver los problemas reales con la pasión de un vate.