viernes, 19 de junio de 2015

LA BURGATI. La ciudad de las tres noches

Si prestan atención les contaré mi intervención en la última feria del libro en Burgos en la que tuve la ocasión de presentar en el Salón Rojo del Teatro Principal la última obra del autor burgalés Jesús Toledano. Buenas tardes. Gracias a todos Uds. por su presencia y atención. Quiero decirles que me siento afortunado y quiero agradecer al editor de Gran Vía, Eduardo Munguía, haber propuesto a este humilde y diletante médico para la digna e inmerecida tarea de crítico literario, la tarea de presentar la última novela del prolífico escritor burgalés Jesús Toledano Escribano, ya consagrado en esta firma editorial y un escritor marcado por el destino pues lleva el oficio en el apellido. El autor regresa a la feria con este nuevo título, con el idiolecto La Burgati. Cuando en estos días el paleontólogo Juan Luis Arsuaga acaba de documentar en Plos One el primer crimen de la humanidad en la Sima de los Huesos va Jesús Toledano y eclipsa la noticia con "...se han escrito varios crímenes en Burgos". Y quiero felicitarle por esta novela de género policíaco. Una obra ambientada en el Burgos ochentero -la operación Burgati-, un thriller de suspense que apela a la razón para resolver el misterio de los asesinatos de la vía. Y nos lo cuenta no al estilo desgarbado de Peter Falk, el Teniente Colombo de la escuela americana sino al estilo de la vieja escuela inglesa de Sherlock Holmes (de Sir Artur Conan Doyle), esta novela urbana, deductiva, recurre al arquetipo de un joven inspector que llega de Madrid, Roberto Orestes, pavoneándose de juventud, de triunfo, de amor por lo intelectual, para resolver el enigma, las tinieblas y las angustias que se ciernen en la ciudad del frío, en una ciudad de provincias, en La Burgati. Para ello se acompaña de un Watson burgalés, Rubén Macías, un policía recién llegado al cuerpo que puso nombre a la operación y que confiesa haber sido rescatado de la droga en su juventud por su novia gracias a que quedaban, siempre, a las ocho en Garden. Una novela que desde el punto de vista de la estructura alterna en sucesivos capítulos los personajes protagonistas de los sucesos de la vía y la vida crepuscular de una maestra, Beatriz Pinillos, a punto de jubilarse en el Colegio Apóstol San Pablo de Gamonal. Con esta alternancia nos va llenando de expectativas y ya no se puede dejar de leer la obra hasta el final. Comienza el relato en el Monasterio de San Pedro Cardeña convertido en prisión de brigadistas internacionales. Paisaje nevado y Gustav, un sabueso nazi que rastrea en busca de un fugitivo polaco fugado ante la mirada de Vallejo Nájera que concilia el dogma y la ciencia en busca del gen rojo. ¡Y hasta aquí puedo leer…! Jesús Toledano hace gala en las más de cuatrocientas páginas de un estilo depurado y de una riqueza gramatical en el que abundan las descripciones y la precisión de las palabras: balastos –le corrige Orestes a la Juez , ¡se llaman balastos, no piedras-! Una novela muy visual, cinematográfica, no en vano las novelas policiacas se popularizaron gracias al cine y en este sentido hay guiños a Hitchcok en los últimos pasajes de la novela en el Hotel, el anciano de cabello blanco –que no se sabía si era hombre o mujer- y la silla que se mece y también un guiño a Tim Burton pues varios pasajes nos recuerdan a “la novia cadáver” con esa estética de “cultura Emo”, gótica, de literatura de misterio y atracción por la muerte. Y la novela está impregnada de pop. El relato transcurre en la atmósfera ochentera de Burgos, entre la “jarana” – Toledano utiliza este término-, entre esa poética de un paisaje urbano de la “movida” de aquella ciudad de provincias protagonizada por grupos de rock, por los cines, por el fútbol, por individuos solitarios, por tribus urbanas, por guetos, por extremistas que no han salido del armario y apalean a homosexuales, por locales de moda, por tugurios, por bares como HIFI, por la estética de yonkis con bate de béisbol, por policías modernos y otros de faria y gatillo fácil. Y, cómo no, por chicos con gomina, por baloncesto, y por coches, muchos coches: un cuadro pop repleto de: Tálbot Horizón, de Mil quinientos negro, de una pareja que se besa en un SEAT Ritmmo, de un Chrysler 180, del Peugot 505 del comisario. Y de tiendas, y de gamonal –donde nos dice todos van en chándal-, de tardes de domingo y fútbol cuando ellos leen el as empezando por detrás y permanecen pegados a sus parejas –se refiere a los transistores. En fin, Jesús Toledasno nos dibuja con maestría el pálpito de una ciudad alargada, un autor que se adentra en la novela –seguramente en aquellas imágenes de la celosía metálica de la cubierta del Polideportivo el plantío, donde el inspector cree ver al asesino, y que estoy seguro va a conquistar el corazón de los lectores pues nos transporta a todos a ese territorio de la Burgati, ochentero y pop. Gracias Jesús por regalarnos-metafóricamente- este libro.

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