lunes, 20 de febrero de 2012

BIRD WATCHING. JUANTXU: LAS AVES, EL COLOR DE SUS VIDAS



El pasado sábado 11 de febrero asistí en Burgos a la exposición “Las aves, el color de sus vidas” guiada por el autor, el profesor mirandés, licenciado en Bellas Artes, Juan Antonio García Pérez (Juantxu). Un viaje por el fascinante mundo de la ornitología que el naturalista cultiva mediante la fotografía con telescopio (digiscoping). Me acompañaron mis sobrinos Israel y Darío Yáñez, entusiastas aficionados a observar, contar –en sentido literal y en sus blogs- y fotografiar aves. En Quintanilla del Agua no somos pocos quienes nos consideramos apasionados de la naturaleza – Lolo Mata, Ángel Velasco, Fernando Román, Javier Santamaría… -, quizá imbuidos de aquel espíritu que nos transmitió el amigo Félix Rodríguez de la Fuente, o bien por las enseñanzas -también sobre el mundo de las aves- de quien fue nuestro maestro Don Daniel Sadornil (D.E.P.), o bien por esos parajes y ecosistemas que disfrutamos en el Arlanza.

Los pajareros únicamente necesitan ojos, oídos y cerebro para observar aves (birding), pero esta artística afición no está lejos de la ciencia ya que en cualquier estudio observacional siempre subyace una intencionalidad analítica. Y no son sólo unos nostálgicos y románticos de la biodiversidad y la protección de la naturaleza, sino que esta afición supone, además, una oportunidad para la ciencia popular, para involucrarse en proyectos como “BirdWorld”, de la Royal Society for the Protection of Birds, (www. rspb.org.uk), que cuenta con más de un millón de miembros Y que les permite participar en proyectos científicos de la naturaleza.

Aunque para nostalgia de pájaros las imágenes que guardo en la dulcedumbre memoria de mi infancia. Recuerdo al “tío Pajarero”, aquel hombre menudo, de tez lechosa, que veraneaba junto al bar Plácido-en la carretera- ataviado de un traje de lino blanquecino y sombrero Panamá a juego. A los chicos del pueblo aquel veraneante nos parecía otra ave exótica más entre aquellas que estaban de paso, como una golondrina trajeada entregada a su tarea diaria: ir a la Fuente de Vallidiez a cazar con liga los sietecolores, los colorines (como se conocen en Burgos los jilgueros). O qué decir de otra imagen, en sepia, de aquellas tardes en bicicleta, con mi primo Luis (D.E.P.), a la búsqueda y captura de nuestro ave del paraíso –el abejaruco- en los taludes del río Arlanza. O aquella otra, ahora en blanco y negro, de una tarde de domingo –íbamos por Jalón “el mellizo”, “el colorín”. Javier Santamaría y yo- en la que pude presenciar una pelea fantástica: dos parientes, un lagarto y una picaza, se disputaban encarnizadamente la rama de un árbol.
Sí, he dicho bien, parientes. ¿Acaso las aves no son otra cosa que reptiles o dinosaurios con alas? Fijémonos en las escamas de las patas de las gallinas, o en que ambas especies depositan huevos, o en las membranas nictitantes de los ojos –muy grandes a expensas del olfato-, o en que los glóbulos rojos de ambas especies contienen núcleo.
Y… ¿qué decir de las plumas? Pues que evolucionaron a partir de escamas y que su función originaria era la de dar calor antes que volar –nuevas estructuras suelen emerger de viejos genes-. Y la forma y el color de las mismas permiten el comportamiento social y sexual de las aves adquiriendo las funciones de cortejo y camuflaje (esas señales o semántica de los colores brillantes). Las aves presentan unos conos especiales en la retina que les permiten percibir desde colores infrarrojos (de longitud de onda hasta el mm, o radiaciones calóricas como las que emiten los mamíferos según su temperatura), hasta percibir radiaciones ultravioleta o luz negra (de longitud de onda de unos cientos de átomos que se hacen visibles con ciertos materiales como orina o sangre).
Con las explicaciones de Juantxu revivimos todas estas estrategias de supervivencia de las aves. Una tarde para la consiliencia entre la ciencia y el arte.

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