miércoles, 4 de septiembre de 2013

EPIDEMIA DEL VERANO Y MALAS HIERBAS

Es desconcertante para los humanos enfrentarse a las enfermedades infecciosas, a las epidemias, a la aflicción, a la enfermedad. Por eso el hombre buscó la protección sobrenatural, la invocación, el patronazgo, ya que se consideraba que las epidemias constituían un castigo divino. En el imaginario colectivo queda la lepra (San Lázaro) y, después, la peste (la Virgen, San Roque -foto: Tordueles-, San Miguel, San Cristóbal, San Sebastián). En el ergotismo a San Antón y en la fiebre a San Antonio de Pádua. Algunos virus como el de la rabia también tienen su patrón: San Huberto. Y los virus, aunque no se consideran seres vivos, constituyen parte de nuestro genoma. Esto se dijo en el pasado XII Congreso Nacional de Virología que se desarrolló en Burgos entre el 9 y 12 de junio de 2013. Muchos burgaleses protagonistas: Carlos Briones (CESIC-INTA, Madrid), Adolfo García Sastre (School of Medicine at Mount Sinai, New York) que lidera a otros jóvenes investigadores como Juan Ayllón, el hijo de un colega. Otros burgaleses como Cristina Ruiz, Carmen Gimeno y quien les escribe presentamos una comunicación sobre los brotes de parotiditis de Castilla y León. Pero hoy les quería hablar de otras pestes: las que he echado yo este verano arreglando pinchazos de bicicleta. La causa: los abrojos, que en Quintanilla del Agua se conocen como "bonetes", o como "cornudas" en otros pueblos. Se trata de la semilla espinosa del ”Tribulus terrestris”, una especie de maleza que crece entre la grama. En la foto las semillas parecen virus, pero son peores pues, si tienes hijos con bicicleta, constituyen una maldición: arreglar pinchazos, de la que no puedes escapar. Decía Jorge Wagensberg de las formas de la naturaleza que la esfera protege, el hexágono pavimenta, la hélice agarra, la espiral empaqueta, y la “puta” punta penetra. ¡Vaya que si penetra! Esta semilla tiene cuatro púas de hasta 1 centímetro y la maldita planta podía ser más generosa con los mamíferos ciclistas a la hora de reproducirse. Total, que estoy pensando en un Santo protector para esta epidemia del verano; sí, he decidido, siguiendo mi propio consejo, que sea San Michelín. Esto le haría feliz al bonachón Bibendum, la mascota de la compañía francesa. Para mí que las bicicletas no son para el verano.